Arte y economía: el arte dramático y el capital humano por Indalecio Corugedo

Arte y economía: el arte dramático y el capital humano por Indalecio Corugedo

Arte y economía: el arte dramático y el capital humano por Indalecio Corugedo 150 150 Weber

 

En 1961 T.W. Schultz escribe un artículo, Human Capital, que supone una auténtica revolución en la literatura económica. Una nueva forma de capital, el capital humano, forma parte como un nuevo factor en los procesos productivos. La educación es la actividad principal generadora de capital humano, idea formalizada por G. Becker en los años siguientes. La inversión en educación supone para los individuos una acumulación de capital humano (cultura), que se traduce en un incremento de la productividad, reflejada por unos salarios esperados futuros. En esta línea, al margen de otras muchas consideraciones, la educación y la cultura supondrían una parte esencial de los procesos de acumulación de capital, de crecimiento y de desarrollo.

Los economistas han buscado a lo largo de la historia una serie de instrumentos con el fin de desarrollar un cuerpo metodológico robusto capaz de atribuir a sus leyes y teorías un rango suficientemente científico. En numerosas ocasiones han comparado los términos ciencia y arte para delimitar con una cierta claridad ambas áreas. ¿La economía es una ciencia o un arte? se han preguntado con una cierta frecuencia. Tal es así que los títulos ofrecidos, por la enseñanza anglosajona principalmente, ofrecen alternativamente la etiqueta de in science o in arts para los estudios de economía en sus diferentes niveles. Cabría aquí señalar que la consideración de la economía como ciencia supone una serie de exigencias metodológicas diferentes a la consideración de la economía como arte.

Llegamos en este punto a una primera conclusión. El arte y la cultura forman parte de una inversión en capital humano, absolutamente necesaria, para el desarrollo económico, pero vayamos ahora más lejos. La actividad artística es muy variada, no vamos a entrar aquí ahora en su análisis. En el arte existe normalmente uno o varios creadores o uno o varios difusores del proceso. Desde un punto de vista estrictamente económico el arte puede suponer un consumo o una inversión. Su consumo generaría en los individuos una mejora directa en su bienestar, pero como inversión está dentro de lo que hemos definido como inversión en capital humano de tipo cultural.

Centrémonos finalmente en lo que se entiende por arte dramático o teatro. Se trata de una forma de comunicación o expresión artística que ha nacido y se ha desarrollado a lo largo de la historia paralelamente a los hechos individuales y sociales. Gracias al teatro hemos podido comprender mejor en muchas   ocasiones los diferentes hechos históricos, desde los desarrollados en las antiguas Grecia y Roma hasta los procesos políticos y sociales del último siglo XX. El teatro goza siempre de una gran vitalidad porque está enmarcado en la propia historia.

Posiblemente sea Federico García Lorca una de las personas que recientemente haya reflexionado con más lucidez sobre el arte teatral. Lo hace en una de sus obras más representativas y sin embargo menos representadas, El Público. Lorca hace una distinción entre dos tipos de teatro, el teatro al aire libre y el teatro bajo la arena. El primero trata de representar ante un público determinado un hecho artístico, que pretende provocar en el espectador un efecto positivo en su bienestar. El arte dramático estará jugando aquí básicamente un papel económico de tipo consuntivo, siempre muy apreciable, pero más puntual y de más corta duración. En el segundo, en el teatro bajo la arena, el espectador se convierte en participante del fenómeno teatral. Las consecuencias pueden ser más apreciables en el largo plazo. Esto quiere decir que un proceso teatral puede modificar ideas, generar otras nuevas, puede ser en definitiva un auténtico motor o sencillamente un vehículo eficaz de cambios políticos y sociales.

Esta breve reflexión sobre el teatro como inversión económica, como arte y como motor social podría dar lugar a otras muchas nuevas vías encadenadas de reflexión. Sin embargo aquí solo pretendo subrayar la imprescindible necesidad en momentos tan críticos como el actual de apostar por una política eficiente y equitativa de inversión pública teatral.


Indalecio Corugedo

Catedrático de Economía.
Director de Enebro Teatro.
Presidente del Consejo Asesor de la Fundación Weber.